Añelo, epicentro de la actividad hidrocarburífera, vive un proceso de transformación económica que combina la energía con la producción rural. En ese contexto, la familia Vela apuesta por el desarrollo local y la permanencia rural, con una estrategia que equilibra campo, industria y comunidad.
“En Añelo estaba el campo de mi abuelo. Él lo compró en 1960, y mis padres decidieron venir a vivir acá para poner en producción la chacra. Empezaron con álamos, porque siempre fueron del rubro de la madera, tenían aserradero y fábrica de aberturas”, recuerda Francisco Vela, veterinario y actual responsable del emprendimiento familiar.
Con el tiempo, la producción forestal dio paso a la agricultura y la ganadería, impulsadas por la experiencia y visión de su padre. “Fue el primero que trajo sembradoras y cosechadoras de maíz a Neuquén, cuando nadie las tenía. Lograba rindes de 10 mil kilos por hectárea y venía gente de todos lados a verlo trabajar”, cuenta con orgullo.
Francisco, que se recibió de veterinario en 2015, incorporó nuevos métodos y profesionalizó el engorde a corral. “Arrancamos con dos o tres corrales y después sumamos más, combinando la producción de carne con asesoramiento veterinario para clientes de Neuquén y Río Negro”, explica.
La familia expandió además su presencia con alquileres de campos en Río Negro para la producción de alfalfa, y con la apertura de un emprendimiento inmobiliario en Añelo, dentro de un barrio desarrollado por su padre. “Hay mucha demanda de viviendas. Gente que llega por el trabajo en el petróleo y necesita alquilar o comprar. Nosotros aprovechamos esa oportunidad y construimos con inversión propia”, detalla Francisco.
Aunque reconoce que la convivencia con la actividad petrolera no está exenta de desafíos, Vela destaca su impacto positivo. “Ha cambiado la realidad del pueblo. No hay desocupación, hay otro poder adquisitivo y los chicos pueden ir a estudiar. Eso ya es importante”, señala.
El productor admite que competir por mano de obra con los sueldos de Vaca Muerta no es fácil, pero lo considera parte de un crecimiento saludable. “El desarrollo siempre tiene sus efectos buenos y malos, pero prefiero verlo como una oportunidad”, asegura.
En el plano ganadero, la familia mantiene una red comercial estable con clientes en Plottier y carnicerías locales que valoran la calidad de su producto. “Abastecemos todas las semanas y tenemos una muy buena respuesta. El público petrolero es amante del asado, y eso también impulsa nuestra producción”, dice Francisco entre risas.
La apuesta, sostiene, es seguir produciendo más allá del contexto energético. “Seguimos creyendo en el trabajo del campo. Este año alquilamos una chacra más, de 75 hectáreas, a 20 kilómetros. Hay que ponerle esfuerzo, dinero y tiempo, pero estamos convencidos de que la producción es lo que da arraigo”, enfatiza.
El joven productor defiende con convicción su elección de vida: “Petróleo o no petróleo, inteligencia artificial o no, la gente siempre va a necesitar comer. Por eso el campo nunca va a desaparecer”.
Con una mirada que combina tradición, innovación y compromiso local, la familia Vela encarna el nuevo perfil productivo de Añelo: un territorio donde la energía y la agroindustria comienzan a convivir y a proyectar el futuro económico de Neuquén más allá de Vaca Muerta.
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