Desde 2011, la destilería ubicada en plena cordillera de los Andes ha construido una reputación internacional gracias a la calidad de su agua, su clima frío y su suelo fértil, factores que —según sus creadores— “hacen posible un whisky de excelencia”. Lila, Master Distiller, y Néstor, productor agropecuario, encontraron en el entorno patagónico un terroir ideal para desarrollar un destilado único.
La historia de La Alazana comenzó en 2003, cuando la pareja adquirió la chacra familiar donde más tarde instalarían la destilería. Allí cultivan cebadas exclusivas para whisky, logrando una trazabilidad completa desde el campo hasta la botella. “No tenía sentido traer la malta de afuera cuando el suelo y el clima de esta zona son perfectos”, explica Néstor, orgulloso de haber desarrollado un proceso 100% local.
Con 20 hectáreas alquiladas y una cosecha de 40 toneladas de cebada, el matrimonio produce su propia malta en una planta con capacidad para una tonelada por tanda. Las muestras se envían a laboratorios de Escocia para garantizar estándares de calidad. “Nos dicen que nuestras maltas están a la altura de las escocesas”, agrega Néstor con una sonrisa.
La destilería sigue el método tradicional escocés: molienda, macerado, fermentación, doble destilado y añejamiento mínimo de tres años en barricas de roble. Todo el proceso se realiza de forma artesanal, con la participación de los hijos del matrimonio, que aportan su trabajo y conocimientos adquiridos en el exterior.
Una de las innovaciones más notables de La Alazana fue el desarrollo de un whisky elaborado con levadura salvaje autóctona de la Patagonia, resultado de un convenio con el Ipatec, el Conicet y la Universidad Nacional del Comahue. Lila explica que esta investigación buscó sustituir la tradicional Saccharomyces cerevisiae por una especie propia de la región, la Saccharomyces uvarum CRUB 209.
El resultado fue una expresión única, llamada “Expresión Salvaje”, que combina notas afrutadas, frutos secos y un sutil dejo de madera. “La levadura patagónica aporta aromas de durazno y ciruela madura, algo verdaderamente distinto”, destaca la destiladora, convencida de que la ciencia puede elevar el arte del whisky.
La Alazana produce unas 60 barricas por año, equivalentes a unas 300 botellas que se distribuyen directamente desde Chubut a clientes de todo el país y del exterior. Cada mes, unos 500 visitantes llegan a la destilería para participar en catas guiadas, en un entorno natural que combina la calidez familiar con el paisaje majestuoso de la cordillera.
En 2018, la destilería recibió medallas de oro en competencias internacionales celebradas en Bulgaria y Escocia. “Nuestros whiskys maduran en condiciones naturales, con temperaturas extremas y aire puro, y eso el mundo lo respeta”, señala Néstor. Ese reconocimiento fue el preludio del gran salto internacional.
El éxito global llegó con la alianza con la destilería galesa Penderyn, con la cual lanzaron la edición Patagonia Penderyn, un blend de maltas que forma parte de la serie Icons of Wales. Se elaboraron 15.000 botellas, comercializadas en Reino Unido y Europa, que se agotaron rápidamente. Cada una de ellas rinde homenaje a la inmigración galesa que llegó a la Patagonia en 1865.
La sostenibilidad es otro pilar de la destilería. Todo el bagazo se reutiliza como alimento animal, las duelas de roble se fabrican localmente y las barricas se experimentan con maderas de exbourbon y exchardonnay, lo que aporta matices inéditos. “Sin agricultura no hay whisky, por eso devolvemos al campo lo que el campo nos da”, afirma Néstor.
En una de sus experiencias más singulares, La Alazana envió barricas de whisky a la Antártida Argentina para someterlas a un añejamiento extremo, una iniciativa que promete resultados excepcionales. “Queremos saber qué sucede con el whisky en condiciones tan únicas”, adelanta Lila, entusiasmada con el proyecto.
Para los amantes del whisky, probar un single malt de La Alazana es descubrir la esencia de la Patagonia: su pureza, su carácter y su espíritu indómito. Como resume Néstor Serenelli, “Patagonia es el mejor lugar del mundo para hacer whisky, y cuando uno lo hace bien, el whisky se vende solo”.
Hoy, La Alazana ya no es solo una destilería. Es un símbolo del talento argentino, de la innovación aplicada al oficio y de una familia que logró convertir su pasión en una marca reconocida en la élite mundial del whisky. Desde las entrañas de la cordillera, un producto artesanal y sustentable que lleva el nombre de la Patagonia a cada copa del planeta.