Lo que comenzó como una capacitación de un cuatrimestre terminó siendo, para ambas, una experiencia transformadora. “Aprendimos desde cómo hacer bizcochuelos y rellenos hasta preparar almíbares y modelar decoraciones con distintas técnicas”, cuentan con entusiasmo. Cada clase significó un nuevo descubrimiento, una herramienta práctica y una motivación para avanzar en el camino del emprendimiento.
Para las dos jóvenes, la diferencia está en los detalles. Karen recuerda que antes de capacitarse solía comprar las flores decorativas para sus tortas. “Las flores no las hacía, las compraba. Ahora las modelo a mano. Una vez que le agarrás la mano, con la ayuda de la profe, hacer todo artesanal es un golazo”, resume entre risas.
Ambas coinciden en que el aprendizaje no se limitó a lo técnico. También implicó incorporar nociones de organización, planificación y administración. “Aprendimos a calcular los costos de materiales e insumos, a organizar los tiempos y a valorar nuestro trabajo”, explican. Saber cómo fijar precios, amortizar equipos y ofrecer un producto rentable se convirtió en parte esencial de su crecimiento como emprendedoras.
El curso les permitió también comprender el esfuerzo que hay detrás de cada producto. “Es estresante, muy estresante, pero entregar una torta linda para el cliente es lo más satisfactorio”, aseguran. Esa satisfacción, afirman, compensa las largas noches de trabajo y los desafíos de cumplir con encargos exigentes.
Entre las anécdotas que comparten, destacan la emoción de aprender a hornear bizcochuelos desde cero. “Aprendimos cómo se hacen los verdaderos bizcochuelos para rellenarlos sin que queden empalagosos”, comentan, orgullosas de los resultados y de la mejora en la calidad de sus tortas.
Mientras Nahiara continúa perfeccionando su técnica, Karen decidió sumar un nuevo desafío: cursar Organización de Eventos, también en un CFP. “Las dos formaciones se complementan. Es una experiencia muy positiva”, sostiene, convencida de que los conocimientos adquiridos abrirán más oportunidades laborales.
Ambas reconocen que el camino no es sencillo. La exigencia, la atención al detalle y la necesidad de cumplir con cada compromiso marcan el ritmo de su emprendimiento. Sin embargo, coinciden en que lo aprendido va mucho más allá de la cocina: las ayudó a organizar su tiempo, a valorar su esfuerzo y a trabajar con pasión.
El CFP N° 5, ubicado en Bustos Pérez y Pilo Lil, se ha convertido en un espacio de aprendizaje y encuentro. No solo ofrece formación en oficios, sino también un entorno donde los sueños individuales se transforman en proyectos reales. Allí, docentes y estudiantes construyen experiencias que combinan técnica, dedicación y vocación.
En la última Muestra de Formación Profesional, que reunió a más de 1.300 estudiantes y docentes de toda la provincia, Karen y Nahiara pudieron exhibir sus creaciones junto a otros proyectos. “Fue muy lindo ver cómo cada uno mostraba lo que aprendió. Todo el esfuerzo valió la pena”, cuentan emocionadas.
Hoy, entre mangas, moldes y flores de azúcar, estas jóvenes continúan escribiendo su historia. Lo que comenzó como un curso se convirtió en un emprendimiento con identidad y propósito. Sus tortas, llenas de color, paciencia y cariño, reflejan el espíritu de dos amigas que aprendieron que, con trabajo y dedicación, los sueños también se hornean.