En 2004, Acevedo y su socio Juan decidieron instalar una pequeña fábrica de 500 litros en Neuquén, iniciando así una exitosa trayectoria en la producción de cerveza artesanal. Su pasión y dedicación lo llevaron a organizar encuentros cerveceros en Concepción del Uruguay, que demostraron el potencial del mercado y consolidaron su decisión de abrir su propio bar, 7 Colinas, en 2017. Este local, con una pequeña producción mensual al principio, se convirtió en un referente local gracias a la creciente demanda y al entusiasmo de los consumidores.
La expansión no se hizo esperar y en 2019, 7 Colinas abrió un nuevo espacio en la Isla del Puerto, un lugar icónico para Acevedo y su equipo. Este nuevo local, 7 Colinas del Río, ofrecía a los visitantes la oportunidad de disfrutar de cervezas artesanales en un entorno natural único. Sin embargo, la pandemia de covid-19 trajo consigo desafíos significativos. Con la imposibilidad de recibir clientes en sus locales, la cervecería tuvo que reinventarse rápidamente, apostando por la venta de cervezas en lata y la distribución a través de supermercados y kioscos, lo que permitió a 7 Colinas llegar a un público más amplio y diversificado.
El período de la pandemia también abrió nuevas oportunidades para la cervecería, permitiéndole expandirse hacia la producción de destilados como whisky, gin, ron de miel y hidromiel. Estos productos, elaborados en el mismo lugar que la cerveza, se han convertido en una parte integral de la oferta de 7 Colinas, consolidando su posición en el mercado nacional.
A pesar de los desafíos económicos actuales, Acevedo sigue enfocado en el crecimiento y la mejora constante de sus productos. La cervecería participa activamente en eventos y concursos, donde ha obtenido reconocimientos significativos, como la medalla dorada en la categoría Session IPA, que destacó entre 550 muestras de todo el país. Este logro no solo ha reforzado la reputación de 7 Colinas, sino que también ha atraído a nuevos clientes deseosos de probar su "cerveza ganadora".
Hoy en día, 7 Colinas sigue apostando por la innovación y la calidad, buscando posicionarse en mercados clave como Buenos Aires, Córdoba y Mendoza. La historia de esta cervecería es un testimonio de cómo la pasión, la resiliencia y la capacidad de adaptación pueden convertir un pequeño proyecto universitario en un éxito empresarial reconocido a nivel nacional.
La historia de 7 Colinas también está marcada por la importancia de las conexiones humanas y las experiencias compartidas. Desde sus primeros pasos en la producción casera, Tito Acevedo y su equipo siempre valoraron el aspecto comunitario de la cerveza artesanal. Las reuniones con amigos y colegas en torno a un asado y una cerveza hecha por ellos mismos cimentaron una tradición que se mantendría a lo largo de los años. Esta misma filosofía de crear espacios de encuentro y disfrute se trasladó a los bares que 7 Colinas ha abierto, donde el ambiente acogedor y el trato cercano invitan a los clientes a formar parte de esa comunidad cervecera.
Mirando al futuro, Acevedo tiene claro que el éxito de 7 Colinas no solo radica en la calidad de sus productos, sino también en su capacidad para seguir innovando y expandiéndose en un mercado competitivo. Con los nuevos destilados y la constante búsqueda de mejorar cada receta, la cervecería se posiciona como un referente en el rubro, siempre lista para enfrentar nuevos desafíos y conquistar nuevos territorios. Así, 7 Colinas no solo se ha consolidado como una cervecería artesanal de renombre, sino que también ha creado un legado de creatividad y perseverancia en la industria cervecera argentina.
7 Colinas, la cervecería artesanal con historia de pasión cervecera (y constante reinvención)
La cervecería artesanal 7 Colinas ha demostrado ser un ejemplo de perseverancia y adaptación en un mercado en constante evolución. Fundada por Gerardo "Tito" Acevedo, esta empresa ha recorrido un largo camino desde sus humildes inicios en 1998, cuando Acevedo comenzó a experimentar con la fermentación en la Facultad de Ciencias de la Alimentación en Concordia. Lo que comenzó como un simple experimento universitario, con lotes pequeños de cerveza casera, se transformó en una pasión que lo llevó a Neuquén, donde descubrió un vibrante mundo cervecero que lo inspiró a establecer su propia fábrica en la ciudad.