Marcelo Miras, enólogo de la Bodega Miras en Mainqué, resalta que “la calidad de nuestros vinos ya está probada y tiene reconocimiento nacional e internacional”. Sin embargo, admite que el enoturismo en la región aún está en sus etapas iniciales. Desde su bodega garage, desarrollada en un viñedo recuperado con plantas antiguas, Miras se suma a la visión de integrar esfuerzos entre productores y actores del turismo.
Por su parte, Andrés Rosberg, destacado sommelier, comparte su entusiasmo por la recuperación de viñedos históricos en Mainqué y los nuevos proyectos en la región. “Río Negro tiene un potencial enorme para producir vinos de alta calidad. La clave está en enfocarse en gamas medias y altas para destacar el verdadero valor de la zona”, afirma.
En este contexto, las bodegas están diseñando experiencias enoturísticas innovadoras. Gustavo Favretto, de Bodega Favretto en Villa Regina, ha acondicionado un salón especial para recibir visitantes, ofreciendo degustaciones, picadas y actividades relacionadas con el vino. Favretto destaca que el reto principal es atraer turistas de manera constante, al estilo de Mendoza, y promover el consumo local de vinos en el sector gastronómico.
El apoyo gubernamental también es parte de esta estrategia. Mariana Cerutti, directora de Vitivinicultura de Río Negro, anunció el desarrollo de un plan de capacitación para enoturismo, enfocado en fortalecer la red de actores involucrados y crear experiencias sostenibles y diferenciadoras. Según Cerutti, “es algo único en el mundo tener bodegas desde la cordillera hasta el mar, y debemos aprovecharlo”.
Mainqué, un punto destacado del Alto Valle, concentra viñedos antiguos que están siendo revitalizados por productores como Miras. Este enclave es ejemplo del esfuerzo por rescatar la historia vitivinícola de la región, combinándola con técnicas modernas para elaborar vinos de alta gama.
El “Camino del Vino” emerge como un proyecto esencial para articular la oferta turística y conectar a las bodegas. Esta iniciativa busca fomentar la llegada de turistas interesados en vivir experiencias únicas, desde degustaciones hasta recorridos guiados por viñedos históricos.
Sin embargo, la competencia con vinos de otras regiones plantea desafíos para las bodegas rionegrinas. Favretto subraya que el enoturismo no solo debe enfocarse en atraer visitantes, sino también en posicionar los vinos locales en el mercado interno y en la oferta gastronómica.
El Valle Medio, por ejemplo, cuenta con bodegas que exportan a mercados internacionales y han demostrado su calidad en los circuitos más exigentes. No obstante, el volumen de producción sigue siendo pequeño en comparación con otras regiones, lo que obliga a apuntar a nichos específicos.
En cuanto al turismo, se trabaja en alianzas con la hotelería y la gastronomía para potenciar las visitas a bodegas y generar un impacto económico en toda la región. Estas colaboraciones son vistas como un pilar para consolidar un circuito integrado y atractivo para los visitantes.
El plan de capacitación anunciado por Cerutti también contempla la incorporación de nuevas generaciones en las bodegas familiares, fomentando la innovación en los procesos de producción y la creación de experiencias turísticas novedosas.
Río Negro ofrece un escenario único que combina tradición, calidad y paisajes incomparables. La diversidad de sus viñedos, desde los antiguos parrales de Mainqué hasta los modernos emprendimientos en otras zonas, es un reflejo del potencial que tiene la provincia para destacarse en el mapa vitivinícola global.
La apuesta por el enoturismo no solo implica rescatar la historia y calidad de los vinos rionegrinos, sino también construir una propuesta integral que posicione a la región como un destino obligado para los amantes del vino y la cultura.
Las bodegas de Río Negro apuestan al enoturismo como motor de desarrollo económico
La vitivinicultura en Río Negro atraviesa una transformación significativa, apuntando al enoturismo como una estrategia clave para potenciar la calidad y visibilidad de sus vinos. Con una tradición que abarca desde la cordillera hasta la costa, el desafío está en integrar las actividades vitivinícolas con el turismo, la gastronomía y la hotelería para consolidar un circuito atractivo y sostenible.
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