En su vivienda del barrio Confluencia, Valeria producía panificados amasando a mano hasta cuatro bolsas de harina por semana. Ese esfuerzo sostenido le permitía contar con stock para vender durante varios días, aunque el proceso era agotador y le demandaba jornadas que comenzaban antes del amanecer.
La posibilidad de acceder a una amasadora, una batidora y una licuadora significó para ella una transformación total en su día a día. “Llegar al crédito fue un impulso grandísimo. Es un antes y un después en mi emprendimiento porque voy a poder automatizar la producción y trabajar más rápido”, contó emocionada.
Valeria fue seleccionada para recibir un crédito de tres millones de pesos del subprograma “Línea de Inclusión Financiera para Juventudes y Diversidades”. La iniciativa es impulsada por el gobierno provincial a través del IADEP como agente financiero, con asistencia técnica de la secretaría de Juventudes y Diversidad y el acompañamiento formativo del Centro PyME-Adeneu.
“Siento que me saqué la lotería”, expresó, agradecida por haber sido parte de una política pública pensada para impulsar proyectos de jóvenes emprendedores en todo el territorio neuquino.
Recordó que siempre trabajó sin maquinaria y que su volumen de producción la obligaba a un esfuerzo descomunal. “Para una Fiesta de la Confluencia donde vendo unas 30 docenas de rosquitas, empiezo a amasar a las cuatro de la mañana”, relató.
La compra de una nueva máquina tiene además un valor sentimental: al mudarse a Neuquén, debió vender la amasadora que había conseguido con años de trabajo. “Fue doloroso porque era mi herramienta principal, pero tuve que hacerlo para llegar con algo de respaldo económico”, contó.
A su tarea diaria como pastelera y panadera suma trabajos de limpieza y venta ambulante, con la convicción de que su esfuerzo es el motor para sostener a su familia. “Mi impulso son mis hijos y las ganas de no dejarme vencer”, asegura.
Por estos días se prepara para la temporada de verano, cuando aumenta la demanda en lugares como el mirador de la Confluencia y el Paseo de la Costa. Tiene claro cuáles son sus productos más buscados: “Las rosquitas son número uno, después la torta 80 golpes y los panes rellenos”.
El oficio lo aprendió en su infancia. En La Pampa, su familia tenía un negocio y la cocina era parte de su vida cotidiana. “Cuando llegué acá y no tenía trabajo, compré grasa y sal y salimos a vender pan con chicharrón con mis hijos. Nos fue muy bien y la gente pedía más. Ahí empecé con pan dulce y budines”, recuerda.
La capacitación del programa provincial también fue una herramienta clave para profesionalizar su actividad. “Me ayudó muchísimo a ponerle precio a lo que vendo”, destacó. Y recordó cómo, sin internet en su casa, estudiaba desde una plaza descargando los materiales en el celular.
Hoy, ya con conectividad, ofrece sus productos por redes sociales y continúa ampliando su cartera de clientes. Para Valeria, la pastelería es mucho más que un trabajo: “Es mi herramienta de vida, mi ingreso y lo que me apasiona”.
Entre risas y emoción, revela el secreto que heredó de su padre y que aplica en cada preparación: “Siempre decía que lo que uno hace para alguien, debe hacerlo con amor, desde el corazón”.
Ese espíritu, más la ayuda del crédito y su incansable dedicación, son los ingredientes con los que este emprendimiento sigue construyendo un presente sólido y un futuro prometedor en Neuquén.
Tu opinión enriquece este artículo: