Hace más de cuatro décadas, el entonces presidente Raúl Alfonsín proclamaba el inicio del proyecto con la frase "Ahora, Fertineu", ubicando la sede en Plaza Huincul y dando inicio a lo que sería un largo camino hacia un anhelado sueño. A lo largo de los años, se han presentado diversas propuestas, algunas con potenciales empresas interesadas, como sucedió durante el auge petrolero de finales de los noventa, aunque la planta finalmente se instaló en Bahía Blanca.
La última iniciativa relevante en el camino hacia los fertilizantes "hechos en Neuquén" está vinculada a la reactivación de la PIAP. Se busca que una de las dos líneas de producción del complejo se destine a la fabricación de algún tipo de fertilizante, especialmente urea.
El plan se fundamenta en el hecho de que la PIAP cuenta con dos reactores de síntesis de amoniaco, una sustancia que puede ser la base para la producción de fertilizantes, y son los mayores reactores de este tipo en el mundo, con una capacidad de producción de 2.150 toneladas por día cada uno.
Estos reactores pueden adaptarse para la producción no solo de fertilizantes nitrogenados como la urea, sino también de hidrógeno o amoniaco, incluso verde, dependiendo de si se utiliza gas natural o energía eléctrica de fuentes renovables.
En 2022, se estimó que el reacondicionamiento de la PIAP para la producción de fertilizantes podría costar hasta 600 millones de dólares, una inversión que hoy se traduce en 525.000 millones de pesos al tipo de cambio oficial. Sin embargo, la industria considera que sería un desembolso rentable debido a la alta demanda de fertilizantes a nivel global y regional.
La situación actual, con la caída de la producción boliviana de gas, refleja la importancia estratégica de la producción nacional de fertilizantes, siendo Brasil el mayor importador. En este mercado, la producción local cuenta con la ventaja de un flete corto que reduce costos.
No obstante, la incertidumbre generada por las políticas del gobierno de Javier Milei, caracterizadas por recortes presupuestarios y cambios bruscos en la agenda económica, plantea serias dudas sobre la viabilidad del plan de reactivación de la PIAP y hace que el sueño de una planta de fertilizantes en Neuquén parezca cada vez más una pesadilla.
La presión económica y la volatilidad política añaden un nivel adicional de desafío a este proyecto. La depreciación de la moneda y la inflación constante pueden hacer que el costo del reacondicionamiento de la PIAP se dispare aún más, dificultando la viabilidad financiera del proyecto. Además, la falta de un marco regulatorio claro y estable puede desalentar a posibles inversores y socavar la confianza en el futuro de la industria de fertilizantes en la región.
A pesar de estos obstáculos, persiste un optimismo cauteloso entre algunos sectores. La riqueza de recursos naturales de Neuquén, combinada con avances tecnológicos en la producción de fertilizantes, ofrece una oportunidad única para transformar el sueño de los fertilizantes "hechos en Neuquén" en una realidad económica y ambientalmente sostenible. Sin embargo, será necesario un compromiso sólido tanto a nivel gubernamental como privado para superar los desafíos y convertir este sueño en un motor de desarrollo regional.
La Planta Industrial de Agua Pesada emerge, y con ella, el sueño de los fertilizantes "hechos en Neuquén"
Los discursos y promesas de desarrollar un proyecto de producción de fertilizantes a gran escala en la provincia de Neuquén han sido recurrentes durante más de cuatro décadas, pero aún no han logrado concretarse. La Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) emerge como una nueva esperanza para el sector, aunque se ve amenazada por los recortes presupuestarios impuestos desde el ámbito nacional.