Muchas voces piensan y se expresan sobre el día después. Quisiera poner esta vez el acento en este transcurrir, entre nuestro hoy hacia ese día que llegará pero que aún no sabemos integralmente ni cuándo ni cómo. En este transcurrir creo que, de entre varias herramientas posibles para generar acciones concretas, podemos indicar dos: el Fomento como política pública y la Solidaridad como valor ciudadano.
El Fomento resume la idea de incentivos que los Estados brindan para reactivar diversos sectores económicos y productivos. La Solidaridad no es aquella vinculada a la caridad. Es la actitud individual pensada en términos de compromiso y beneficio de la comunidad, en un bienestar común. Exige, por cierto, un fuerte compromiso ciudadano.
En el caso del Fomento, es importante determinar la “segmentación”. Determinar en qué sectores se desea impactar con dichos incentivos, para no malgastar recursos que son limitados. Ni generar expectativas falsas en la reactivación del sector al que se pretende apuntalar con tales incentivos. En ese sentido el Fomento como política pública, a diferencia del subsidio, genera la obligación de contraprestaciones de quienes son las personas beneficiarias, sea de manera directa o indirecta. Su finalidad es que se logre efectivamente el objetivo buscado en términos de interés público o bienestar general.
El Fomento permite a la Solidaridad, por su parte, manifestarse en dos vertientes posibles:
- La ciudadana, que ha de incorporar junto al “nadie se salva solo” aquella necesaria realización de “esfuerzos compartidos”. Estos dos mandatos éticos sociales, si nos detenemos por unos momentos a observarlos y pensarlos, podemos decir que son “trascendentes”: ¿Estamos dispuestos como sociedad a reconstruirnos desde ellos? ¿Está tan claro que todos y todas deberemos “perder” o “ceder” algo para “ganar” en nuestras comunidades un nuevo “buen vivir”?
- Una segunda vertiente de Solidaridad refiere a los diversos sectores económicos con capacidad suficiente de instrumentar esos esfuerzos solidarios en inversiones concretas que reconstruyan los diversos circuitos comerciales, económicos y productivos. Ha de ser una prioridad, claro está, las fuentes de trabajo.
A ello debe sumarse que la reactivación económica y productiva que ha de tener efectos concretos y directos sobre la reconstrucción del tejido social debe ser monitoreada en la gestión de los fondos. También medida en el progreso y los resultados posibles de obtener.
Insistimos, el Fomento como política pública y la Solidaridad como gesto ciudadano, en tanto herramientas para el desarrollo social, supondrán un gran trabajo de articulación entre los diversos sectores públicos y privados. Un desafío del cual no podemos estar ajenos si nuestra intención es transitar el hoy pensando en una construcción del “día después” en el que todos y todas podamos beneficiarnos.