La historia de Tomato es, ante todo, una historia familiar. La receta llegó desde Italia entre las décadas de 1920 y 1930 y se sostuvo en el tiempo como un ritual doméstico que pasó de generación en generación, hasta convertirse hoy en un producto con proyección comercial.
“Nunca fui a comprar una salsa al supermercado. Nací en esta tradición que trajeron nuestros bisabuelos”, resume Contreras, a quien todos llaman “JuanMa”, y que decidió transformar ese legado en un proyecto productivo propio.
La posta familiar comenzó con Julia, la abuela; siguió con Cristina, la madre; y hoy continúa con Juan Manuel y su sobrino de 17 años, que ya forma parte del proceso productivo. Con él, Tomato suma una quinta generación involucrada en la elaboración de la salsa.
El disparador del emprendimiento apareció en 2023, cuando la familia logró volver a ingresar a la antigua casa de Julia. Allí encontraron un ticket de Gas del Estado de 1981 con anotaciones manuscritas sobre la salsa de ese año. “No encontramos un ticket, encontramos un tesoro”, recuerda JuanMa.
Ese hallazgo funcionó como punto de partida simbólico para el nacimiento de Tomato, una marca que busca preservar la identidad original de la receta, pero adaptada a una lógica productiva actual, con foco en la calidad y el origen de los insumos.
El tomate, eje central del producto, proviene de El Florón, un establecimiento de Centenario que trabaja bajo prácticas agroecológicas. Al utilizar tomates de ese origen, la salsa se elabora con cáscara incluida, sin conservantes ni aditivos, lo que permite conservar vitaminas y nutrientes.
El primer paso productivo se dio gracias a la sala municipal de elaboración de Centenario, que permitió formalizar el proceso y comercializar legalmente dentro de la ciudad. En enero de 2025 se produjo el primer lote certificado: apenas 50 botellas que se agotaron rápidamente en góndola.
Con la validación del mercado local, el objetivo ahora es escalar. Para eso, el proyecto necesita contar con una sala propia habilitada, lo que permitiría acceder a permisos provinciales y nacionales y ampliar el alcance comercial.
“La idea es triplicar o cuatriplicar el stock y sumar nuevos productos, como dulce de tomate o tomates deshidratados”, proyecta JuanMa, siempre manteniendo al tomate como eje y a Centenario como identidad de origen.
El enfoque territorial es uno de los pilares del emprendimiento. El tomate se cultiva y cosecha en Centenario, se procesa en la ciudad y responde a una receta histórica local, lo que refuerza el concepto de valor agregado en origen.
Ese perfil integral llevó a Tomato a ser uno de los 15 proyectos seleccionados por el programa Neuquén Impacta, donde se destaca no solo su propuesta productiva, sino también su mirada social, que incluye la posibilidad de sumar adultos mayores a grupos de trabajo vinculados al emprendimiento.
Hoy Tomato es sostenido por un equipo familiar de cinco personas y avanza con stock agotado y demanda creciente. El próximo objetivo es llegar a más comercios y, a mediano plazo, ocupar un lugar en la góndola de un supermercado, llevando en cada frasco una historia de raíces, trabajo y comunidad.